martes, 12 de abril de 2022


 Nuevo en Wattpad

Una web para colgar novelas, relatos, ensayos, poemas y todo tipo de escritos,     que yo no conocía y que me recomendó una amiga.

Me he aventurado a colgar mi primera obra. Se trata de un libro de relatos de dimensión desigual, donde la temática es variable y en la que busco excitar la curiosidad del lector para que cada cual saque su propias conclusiones una vez que llegue al final.

ES GRATIS !!!!

Entre en:

https://www.wattpad.com/library

y empiecen a leer.

Luego, tanto si les gusta como si no, agradecería me dejasen sus comentarios



lunes, 7 de septiembre de 2020

 

                EL HOMBRE QUE SOBREVIVIÓ A DOS BOMBARDEOS ATÓMICOS.

                    Parece el título de una novela pero fue un hecho completamente real.

Los días 6 y 10 del pasado mes de agosto se cumplió el 75 aniversario de los bombardeos atómicos a las ciudades niponas de Hiroshima y Nagasaki.

Por primera vez en la historia, el hombre fue plenamente consciente de que la destrucción del planeta Tierra podría ser fácilmente llevada a cabo por los mismos hombres que lo habitan. ¡La locura!

Tsutomi Yamaguchi, era por aquellas fechas un ingeniero naval contratado por la empresa Mitsubishi. A pesar de su juventud (el ingeniero contaba a la sazón 29 años) ya le habían asignado puestos de alta responsabilidad.

Desde junio de ese mismo año de 1945, supervisaba la construcción de un buque en los astilleros del puerto de Hiroshima, una ciudad distante unos 400 kms al norte de Nagasaki, la ciudad donde Yamaguchi residía con su mujer y su hijo de tres años.

El día 5 de agosto, dio por concluida su misión naval y se dispuso a regresar a Nagasaki. 

Decidió que lo haría al día siguiente: ¡el demoníaco día 6!

La fatalidad hizo que, cuando apenas había iniciado su viaje de regreso, se diera cuenta de que había olvidado en las oficinas de la Mitsubishi toda su documentación y su identificación personal. No le quedaba otra que dar marcha atrás.

En el camino de retorno, de repente, pudo escuchar por encima del ruido del motor de su automóvil, el estruendo de un bombardero Boeing B29 de las Fuerzas Aéreas del Ejército Norteamericano que se posicionaba sobre la vertical de la ciudad donde él tenía que recoger los papeles olvidados.

Yamaguchi no pudo ver el avión, tan solo escuchaba su rugido atronador. Unos segundos después el cielo se iluminó con un destello cegador al tiempo que una insoportable llamarada de calor lo invadió todo.



El B29 llevaba grabado en su fuselaje el nombre de Enola Gay. A los mandos de aquella bestia infernal se sentaba el comandante Paul Tibbets, acompañado por una tripulación de otros 5 hombres. El artefacto mortífero que el avión cargaba en sus bodegas había sido bautizado con el irónico nombre de Little boy.

Eran las ocho horas y quince minutos de la mañana del día 6 de agosto de 1945, cuando Yamaguchi  a tres kilómetros y medio de distancia del epicentro donde cayó el artefacto atómico pudo ver, con espanto, el impacto que acaba de arrasar una ciudad bella y tranquila donde había vivido los dos últimos meses con la misión de verificar la construcción de un barco para la Marina nipona.

De inmediato comprobó con horror que en su cara, en sus brazos y en sus manos se levantaban dolorosas ampollas secundarias a las graves quemaduras que le había provocado la onda térmica cuya temperatura en el momento de la explosión alcanzó más de cien mil grados.  Sus ojos quedaron cegados por un tiempo que no pudo determinar y la audición de su oído izquierdo la perdió al reventar su tímpano por la violencia de la onda expansiva.

Aquella bomba atómica mató de manera fulminante a casi cien mil habitantes de la ciudad destruida. Otros setenta y cinco mil más irían muriendo, tras indescriptibles agonías, en los años siguientes víctimas de las quemaduras, el cáncer y el suicidio. En total, llegaron a contabilizarse más de un cuarto de millón de víctimas de aquella monstruosidad inhumana.



Yamaguchi, tuvo mejor suerte que otros. Cubierto de vendajes y sin entender del todo qué es lo que había sucedido pudo, dos días después, abandonar el puesto de socorro donde había sido atendido y regresar a la ciudad de Nagasaki donde cuarenta y ocho horas más tarde le esperaba una nueva tragedia.

Al llegar a Nagasaki, en medio de su gran confusión mental, explicó a su mujer y a sus superiores de Mitsubishi que de pronto había escuchado el rugido de un avión al que siguió un deslumbrante fogonazo blanco que iluminó con violencia un amanecer neblinoso y que una onda expansiva lo desplazó varios metros golpeándose contra superficies duras que no podía recordar. Vio, sin entender nada, cómo aquella terrible explosión pulverizó el edificio de su empresa y a todos los que su vista podía alcanzar. La ciudad de Hiroshima, en un instante, había desaparecido del mapa.

Cuatro días después de la explosión, estando ya en la ciudad de Nagasaki, Yamaguchi fue nuevamente víctima de la segunda explosión atómica de la historia. Como en la primera ocasión tuvo la “suerte” de encontrarse a más de tres kilómetros del epicentro y los daños sufridos no le costaron la vida aunque sí, nuevas heridas.



En sus memorias manifestó que durante muchos años creyó que el hongo atómico que vio levantarse sobre Hiroshima le persiguió hasta Nagasaki y que esa horrible sensación le acompañó durante toda su vida. Se consideraba un hombre "perseguido por un hongo atómico interminable."

A pesar de todo, se sentía un privilegiado. Solía decir que él había sido el único superviviente a dos explosiones atómicas sin que ello le hubiese provocado las horribles lesiones que otros sufrieron. Sin embargo, también manifestó que aquellas terribles experiencias marcaron su vida para siempre.

Durante más de quince años tuvo que ser asistido periódicamente para tratar las úlceras cutáneas que le provocó la onda térmica y que le dejaron horribles cicatrices. Nunca recuperó la audición de su oído izquierdo y su visión sufrió alteraciones incurables.

No concluyó ahí su dolor. Tuvo que asistir a la muerte temprana de su esposa y de su hijo víctimas de un cáncer secundario a la radiación que dejó la bomba. También él fallecería a causa de un cáncer pero eso le llegó a la edad de 92 años.

Durante su convalecencia se dedicó al estudio del inglés, una lengua en la que quiso expresarse para que los que arrojaron las bombas atómicas que segaron las vidas de miles de sus compatriotas comprendieran al fin, cuánto habían hecho sufrir a su amado país del Sol Naciente.

El resto de su vida la dedicó a escribir poemas para relatar el horror que había vivido y hasta pudo expresarse en la Sede de las Naciones Unidas para alertar al mundo sobre los horrores de una guerra nuclear.

Quince días después de que el director de la película Titanic, James Cameron, viajara a Nagasaki para conocerlo y pedirle autorización e información para hacer una película sobre su vida, Tsutomi Yamaguchi alcanzó al fin la paz.

Les dejo para finalizar uno de sus poemas más expresivos:

                Una corriente de cuerpos humanos

                Gran Hiroshima

                 hoy despierta entre llamas

                y clamorosa.

                En el río, hacia mi

                flujo de cadáveres.

                La lluvia negra que cae en mis sueños

                la Corriente Humana que lleva el río

                los efectos del pika-don que consumen mi ser.

                Cuerpos flotando

                como linternas de agua

                venerando almas.

                Mi alma también fluye

                y se va al otro mundo.

 

 

 

domingo, 6 de septiembre de 2020

 

             BREVES BIOGRAFIAS DE CARDIÓLOGOS  QUE HICIERON HISTORIA

    Dr. ANDREAS R. GRÜENTZIG.

        La solución a un grave problema coronario se planeó en una cocina suiza.                                                                 Así nació la angioplastia.

Andreas Roland Grüentzig, nació el 29 de junio de 1939 en la ciudad alemana de Dresde. La Segunda Guerra Mundial estaba a punto de  empezar. Al final de la contienda, su ciudad natal sería arrasada por las bombas de los aliados cuando la Alemania nazi ya se había rendido. En aquel bombardeo inhumano murieron 23.000 civiles. Andreas era entonces un niño de tan solo cinco años.

Su figura entró a formar parte del elenco de los “médicos que hicieron historia” como el  cardiólogo al que le cupo la gloria de haber realizado con éxito la primera dilatación intracoronaria con balón inflable (angioplastia), para restablecer  el flujo sanguíneo en una arteria coronaria ocluida por la arterioesclerosis.



Wilmar, el padre de
Andreas, profesor de ciencias, murió durante la contienda mundial. En 1950, la familia abandonó Alemania trasladándose a Buenos Aires donde vivieron dos años. Desadaptados y nostálgicos de su patria regresaron a Leipzig en 1952 donde Andreas se graduó con brillantes calificaciones. En 1956, siguiendo a su hermano Johannes, huyó de la República Democrática Alemana hacia Hannover atravesando con gran riesgo para su vida la frontera entre las dos Alemanias, brutalmente controlada por los soldados comunistas.

Comenzó sus estudios de Medicina en 1958  en la Universidad de Heidelberg, licenciándose en 1964. Luego, pasó por una serie de centros médicos en Mannheim , Hannover , Bad Harzburg  y Ludwigshafen. En 1967, obtuvo una beca para estudiar durante seis meses en la Escuela de Higiene de la Universidad de Londres (RU).

Sus investigaciones y trabajos se centraron en los factores de riesgo responsables de las enfermedades cardiovasculares.

En noviembre de 1969, Grüentzig y su esposa, Michaela, se trasladaron a Suiza para trabajar en el departamento de angiología del Hospital Universitario de Zurich. Con este traslado se iniciaba, en su hasta entonces azarosa vida, el cambio con el que conseguiría el reconocimiento de la comunidad médica internacional.  

A finales de la década de 1960, Grüentzig estudió en profundidad el procedimiento de dilatación intraarterial que había desarrollado  previamente y de modo experimental el cardiólogo norteamericano Dr. Charles Dotter.

Grüentzig realizó la primera angioplastia coronaria en un ser humano el 16 de septiembre de 1977 en el Hospital Universitario de Zurich (Suiza). El procedimiento lo llevó a cabo para tratar una severa lesión estenosante en la parte proximal de la arteria coronaria descendente anterior, un vaso encargado de irrigar la pared anterior del ventrículo izquierdo. El grado de estrechamiento de la arteria era muy comprometido (> 80%) lo que suponía un elevado riesgo para la vida del paciente, afectado de una angina de pecho refractaria.

     


                                         

Tras el procedimiento, el paciente quedó libre de angina mejorando su calidad de vida y disminuyendo el riesgo amenazante de un infarto de miocardio.  Al cabo de 10 años, una coronariografía mostró que la intervención dilatadora hecha por Grüentzig en aquel primer paciente mantenía perfectamente permeable la arteria angioplastiada.

En la Reunión Anual de la American Heart Association de 1977, Grüentzig presentó los resultados exitosos de sus primeras cuatro angioplastias. El hecho fue reconocido como un paso de gigante en la lucha contra la cardiopatía coronaria.  Grüentzig manifestaría años más tarde que “su plan de acción” y el catéter utilizado en su primera angioplastia lo fabricó “cuidadosamente” en la cocina de su casa de Zurich.

Los excelentes resultados de los primeros casos revolvieron el mundo clínico cardiológico con una creciente aceptación y un  continuo desarrollo de la técnica en muchos hospitales de los cinco continentes. Pero también hubo sus críticas iniciales, particularmente de los cirujanos cardiovasculares que vieron en el procedimiento una “amenaza” que mermaría las intervenciones quirúrgicas de by-pass aortocoronario.  Para 1990 los procedimientos de recanalización coronaria por angioplastia ya superaban ampliamente a las intervenciones de by-pass aorto-coronario a tórax abierto.

Pocos años más tarde, y tratando de evitar un problema relativamente frecuente como era la reestenosis de la arteria intervenida, se propuso la implantación de muelles expansivos (stent) lo que supuso otro gran avance en el tratamiento de la coronariopatía oclusiva. Hoy en día, angioplastia y stent son dos procedimientos inseparables usados conjuntamente para la dilatación y la permeabilidad de las arterias coronarias.



En la angioplastia, el baloncillo inflable instalado en la punta del catéter que se introduce a través de una arteria (radial, cubital o femoral) se sitúa frente a lesión coronaria a tratar para luego hincharlo con suero fisiológico a una presión que oscila entre 7 y 25 atmósferas. Una vez pulverizada la placa de ateroma, se retira el balón de angioplastia y se instala el stent que, plegado sobre sí mismo, se expande en el punto adecuado para mantener recanalizada la arteria.

El éxito de Grüentzig sigue siendo un importante avance y una gran contribución médica al demostrar que “desde fuera”, y sin cirugía abierta, se pueden operar arterias de manera segura y resolutiva devolviéndoles su calibre original y restaurando el flujo sanguíneo. La angioplastia no ha quedado reservada únicamente al corazón; el procedimiento también se utiliza para dilatar otras arterias como las renales, carótidas, cerebrales, mesentéricas, de miembros inferiores y la aorta, sin necesidad de recurrir a una cirugía mayor con anestesia general.

El propio Grüentzig también se sometió a una angioplastia con la idea de demostrar la seguridad y la eficacia de la técnica que él desarrolló. Finalizado el procedimiento, se levantó de la mesa de cateterismos, se vistió y regresó a su despacho para continuar su trabajo cotidiano.

Viajó por todo el mundo científico pronunciando conferencias y ayudando a otros colegas en el conocimiento y mejora de la angioplastia coronaria transluminal percutánea. Tuvimos la oportunidad de oírle en España en una de sus apasionantes intervenciones. Era, además, un gran comunicador.

Una soleada tarde de domingo, Andreas y su esposa Michaela salieron a dar un paseo aéreo en la avioneta Beechcraft que habían adquirido meses antes. Decían de él que era un piloto experimentado. El tiempo se revolvió de repente y una tormenta imprevista empujó la aeronave hacia la tragedia. Era un 27 de octubre de 1985. Sucedió en Forsyth (Georgia. EEUU). El cardiólogo contaba 46 años de edad. Hacía un par de años que se había incorporado como director del Departamento de Angiología y Hemodinámica en el Emory University Hospital de Atlanta. Sus cuerpos fueron inhumados en el cementerio de Riverside, en Macon (Georgia).



Andreas Roland Grüentzig, por derecho propio, pertenece a esa élite de científicos “inmortales” y que, a pesar de su prematura desaparición,  su legado permanece vivo en las miles y miles de angioplastias que, desde aquella primera hecha en Zurich, se vienen realizando en todo el mundo para el bien de los seres humanos.

Este texto ha sido elaborado por el Dr. José Luis Palma Gámiz, director médico de CIENCIA CARDIOVASCULAR (Revista de divulgación científica de la Fundación Española del Corazón) para su número 136.

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miércoles, 28 de febrero de 2018

ARCO 2018.

Esta mañana, revisando redes sociales me he encontrado con lo que expongo en la primera viñeta de este post: Un tuitero que, sin pelos en la lengua y al que le concedo toda la razón, dice que llamar arte a unas fregonas de colores dentro de un cubo es ofender a maestros como Miguel Ángel, Velázquez o Bernini. Y concluye en su tuit: "Esto es una puta mierda pinchada en un palo aunque se exponga en ARCO."

    Pero no es solamente ese bodrio lo que ha llamado la atención del atónito visitante, sino que muchas otras obras (?) expuestas (la mayoría) son todavía mas espantosas y hasta con menos gracia que las fregonas multicolores en el cubo. Algunas de ellas van incrustadas en este post, que nunca pensé que llegaría a escribir.
    Los teleprogres de la Sexta y la Cuatro se apresuraron a poner grito en el cielo cuando uno de los comisarios de la exposición retiró de un enorme muro blanco (para evitar males mayores, según dijo)  una serie de fotografías pixeladas de una banda de "presuntos" delincuentes, algunos de los cuales esperan juicio en las cárceles de Soto del Real o de Estremera, mientras que los más avispados (y avispadas) huyeron despavoridos a países europeos donde, si la Ley no lo remedia, se encontrarán a salvo de una más que improbable extradición.


    Durante esos días, Motos, otro teleprogre de A3, entrevistó en un programa de prime time a Jordi Évole, un periodista (?) sectario que, ante la retirada de la obra (?) fotográfica titulada Presos políticos en España, se rasgó las vestiduras ante una audiencia que aplaudía fervorosa sus comentarios sobre la ausencia de libertad de expresión en España, el atropello del arte, la intransigencia de los jueces y no sé cuántas otras gilipolleces muy del estilo de este catalán tocahuevos.
    Por cierto, el cuadro de los "presuntos" golpistas pixelados ha sido adquirido por un  tal Benet, socio de Roures en Mediapro, por un precio próximo a los 100.000 talegos para exponerlo permanentemente en un museo de Lérida (¿qué culpa tendrán los leridanos para que con ellos conviva tan repudiable esperpento?). En mi modesta opinión creo que el guano de los murciélagos o, sencillamente, la mierda de vaca tendría más utilidad si todo ese dinero hubiese sido empleado para comprar abono orgánico con el que fertilizar los magníficos frutales de Lérida.


    Con estos mimbres el cesto de ARCO tiene más agujeros que los que usan los buscadores de setas. En un año, según han manifestado los propios organizadores, la bodrio-exposición ha perdido más de 100.000 visitantes, la mitad exactamente de los que la visitaron el pasado año.
    Y, en efecto, así es. Elvira Mignoni, directora de una galería comercial, ha manifestado que "al día de hoy ARCO no es un movimiento cultural, esto ya es otra cosa". Y tanto que lo es, yo no sé siquiera si llega a ser "cosa". Y añadió la galerista: "ARCO no es un museo, aquí venimos unos a vender y otros a comprar." A lo que yo añadiría: A vender, sobre todo, a clientes incautos que creen que el arte contemporáneo se encuentra en fregonas multicolores.
   Íñigo Méndez de Vigo, ese ministro de Rajoy que está encantado de haberse conocido, gran experto en decir simplezas, ha manifestado "su apoyo sin reservas a la libertad de expresión especialmente en la cultura y el arte creativo" ¡Toma ya! Claro que si el titular de la Cartera de Cultura dijo lo que dijo refiriéndose al castellano en las escuelas catalanas no es extraño que, ahora, ante la bodrio-exposición provocativa con los retratos pixelados de un artista (?) cuyo nombre ni recuerdo ni me interesar recordar, siga diciendo tonterías más grandes que el muro que quedó en blanco tras la retirada de los "artísticos" retratos pixelados de los "presuntos" golpistas.
    Ha sido Albert Boadella, President de Tabarnia, el que ha dicho recientemente que "Picasso asestó un golpe mortal a la pintura." Y añadió: " Como pintor me parece una mierda y el Guernica unos garabatos sin gracia." Calificó al pintor como el gran destructor de la pintura afirmando que "por donde él pasó no volvió a crecer el arte". Y añadió: "No entiendo cómo un hombre tan capacitado (lo demostró en sus primeros años) pudiese degenerar hasta el extremo de hacer un Guernica que no es otra cosa que un mal grafiti de la Historia".  "Las tres cuartas partes de su obra —terminó el dramaturgo— son una mierda."
    Mas a pesar de esta crítica descarnada de Boadella hacia el más comercial de nuestros pintores recientes, yo discrepo en ciertos aspectos. El Guernica, en efecto, me parece un bodrio en blanco, negro y gris, sin pies ni cabeza (excluidas las 6 o 7 de hombres que gritan y agitan los brazos más las del buey y el caballo) pero hizo obras divertidas como Les demoiselles d'Avignon y otras parecidas en las que el colorido salva la inconsistencia del cuadro.


    Los que bien conocen la historia del Guernica cuentan que por aquellos años Picasso se encontraba en París pintando una alegoría sobre la fiesta de los toros, a la que era tan aficionado. Mensajeros del gobierno vasco en el exilio fueron a pedirle que dejara un testimonio pictórico del brutal bombardeo de la ciudad vizcaína de Guernica por la Legión Cóndor alemana y la Legionaria italiana. El pintor, que tenía el cuadro sobre la alegoría de la tauromaquia muy avanzado, practicó ciertos retoques al lienzo y lo vendió por un buen puñado de francos. Y así, todos quedaron contentos. A veces, es bueno conocer la intrahistoria de los acontecimientos que fueron maliciosamente tergiversados.
     Es posible que ARCO no sea otra cosa que una exhibición oportunista de galeristas en busca de negocio pero llamar a eso ARte COntemporáneo me parece un despropósito impropio de un país que, como pocos en el mundo, dio tanta gloria a la pintura y a las artes; a la Buena Pintura, quiero decir, y a las Bellas Artes, también.


jueves, 16 de febrero de 2017

La dieta mediterránea en la Antigua Grecia

Decía Indro Montanelli en su Historia de los Griegos (un libro de obligada lectura para mejor entender los orígenes y porqués de los males de nuestro tiempo)  que las civilizaciones, culturalmente, podían ser reagrupadas en dos grandes categorías: "las que van al aceite y las que van a la mantequilla." Es decir, la de los omega 3, 6 y 9, frente a los de las grasas saturadas. Y no le faltaba razón.


Los que hemos tenido la fortuna de nacer a orillas del Mediterráneo, los que somos herederos de aquella cultura de la Antigua Grecia, prolongada en el tiempo y mejorada en sus costumbres por la Romana y la Judeo-Cristiana, provenimos más del aceite que de la mantequilla y, a juicio de Montanelli, es indudablemente mucho mejor la primera que la segunda.



Hoy en día, los entendidos en esas cosas de la dieta y la nutrición no paran de dar la vara al atosigado comensal sobre las bondades de comer según el tan traído y llevado código mediterráneo. Eso está bien. Y yo soy un ferviente defensor de ello. Pero en la Antigüedad las cosas, y sobre todo la economía, no permitía lujos gastronómicos como los que ahora nos damos.
En el Siglo Dorado de Pericles, Temístocles y Efialtes la dieta de los atenienses era más bien sobria y escasa, lo que tal vez guardara una indudable relación con su excelente estado de salud; con la longevidad de sus ciudadanos y la preeminencia de sus atletas. Heródoto, en su crónica sobre la batalla de Maratón, nos cuenta que el soldado Fedípides recorrió con toda la velocidad que le daban sus piernas los 42 kilómetros con sus 195 metros para anunciar en Atenas la victoria de las menguadas tropas de Milcíades ante el todopoderoso ejército del persa Darío. Todos sabemos que, víctima de su celo, Fedípides cayó muerto a poco de comunicar tan buena nueva. El esfuerzo sobrehumano que hizo no pudo resistirlo su maltrecho corazón. De haber sido precavido, Fedípides hubiese hecho un previo entrenamiento gradual y adaptativo como hacen nuestros maratonianos de hoy en día, se habría hecho escoltar por voluntariosos aprovisionadores de agua electrolizada y abundante glucosa y, nada más llegar, y aun antes de ceñir su cabeza con la corona de laurel, le habrían dado reconfortantes masajes musculares. Mas eran otros los tiempos como otros eran los modos de cuidar a los atletas.

No creo que Fedípides tuviera la hercúlea configuración anatómica que exhiben algunos de sus arbitrarios y nada rigurosos retratos. Posiblemente, las condiciones alimentarias de aquellos tiempos no le diera para ello. La dieta de los atenienses se componía de legumbres y cereales, no conociendo otros que lentejas, cebollas, ajos, guisantes, coles y poco más. Como fruta consumían lo que daba la seca tierra, que tampoco era tanto: uvas, higos, moras silvestres y algún que otro fruto seco como nueces, almendras y avellanas. A pesar de tener a pocas leguas de distancia el puerto de El Pireo, el pescado fresco era un auténtico lujo sólo para griegos acaudalados. Tan sólo el que se conservaba en salazón era algo más abundante y de más fácil acceso para la plebe. 

En alguna festividad, para honrar a su numerosísima nómina de dioses, héroes y pitonisas, cortaban el pescuezo de alguna gallina lo que constituía todo el aporte proteico que recibían sus retorcidos estómagos, amén de haber guardado previamente los huevos del ánade para mezclarlo con algo de harina y miel y así confeccionar unas tortas que se me antojan insulsas y poco apetecibles. 

Cuando podían, bebían leche de cabra con la que además hacían un queso que aguantaba bien el paso del tiempo sin descomponerse. Y el yogurt, claro está, el magnífico yogurt griego. Pero siendo parcos en su yantar es inconcebible que hasta el mismísimo Hipócrates de Cos, uno de los grandes padres de la Medicina Clásica, se escandalizara de que los insaciables atenienses ¡comiesen hasta dos veces al día!



Por contraste, este tipo de dieta tenía sus ventajas. El consumo calórico era más bien reducido con lo que mantenían en su valor ideal el índice de masa corporal. El único edulcorante conocido era la miel de los panales que ellos mismos cuidaban. A pesar de ello, se sabe que conocían la diabetes (un término griego, por demás) una enfermedad que era diagnosticada por el sabor dulce de la orina de los afectados. 

Una alimentación exenta de grasas saturadas como la que los griegos practicaban minimizaría los valores séricos de colesterol y por tanto, la angina de pecho, el infarto y el ictus, serían patologías menos frecuentes que lo que son hoy en día. 

La sal era un bien tan escaso y preciado, que de las buenas cosas se decía "que valían su peso en sal". De esta forma, evitaban la hipertensión, la ceguera, las enfermedades cardio-renales y las apoplejías.  

El vino estaba considerado "néctar de los dioses" y, por tanto, sólo accesible a los pudientes. Gracias a ello, los atenienses de a pie, abstemios a su pesar, evitaban el alcoholismo neurodegenerador y se preservaban de la cirrosis hepática.

Sin duda, esta realidad famélica había sido astutamente tergiversada por Homero, un trovador ciego y muy posiblemente analfabeto, que, cuatro siglos antes de la Atenas de Solón, se ganaba la vida narrándole a los ricos helenos historias que él mismo había escuchado en boca de humildes y poco afortunados trovadores. En su Odisea puede leerse que sus héroes se desayunaban un día sí y otro también con medio cabrito asado, para ir abriendo boca y hacer frente a las adversidades. No se lo crean,Homero del que se sospecha que hasta pudo no existir, fue un fabulador que adulaba a sus protectores contándoles cuentos irreales, cargados de tramposa imaginación para solaz y ensoñamiento de otras vidas heroicas.


 Así era, pues, la alimentación de los atenienses; una dieta mediterránea como las que hoy nos aconsejan los expertos, pero más pobre e insulsa. Yo les recomiendo que la sigan; pero más ésta de nuestros días que aquella otra exigua de la Antigua Grecia,cuyo resultado fue tan eficaz, que sirvió a los aguerridos soldados atenienses para que, cerrando a los persas el paso de las Termópilas, volvieran a alzarse otra vez  victoriosos en Salamina, la batalla más decisiva de la Segunda Guerra Médica.

lunes, 13 de febrero de 2017

                                                                    

                                                                     LA DANZA 
                                  Poema homenaje a la gran bailaora Blanca del Rey

A la luz de los candiles
Entre sombras afiladas
El silencio se despierta
Con tres golpes de guitarra

Y un soleá en el viento
Y un solo cuerpo que baila
Y un sueño que se desvela
Para hacer la noche larga
Mientras las gitanas viejas
Con agujas cinceladas
Bordan con seda las batas
Para que sus cien volantes
Despeguen fuertes las alas.

Lloran los bordones roncos
La prima gime enlutada
Las palmas se han hecho íntimas
Y los suspiros espadas

Cuando se brazos se encienden
En dos antorchas quebradas
Como alondras abatidas
Presas de plomo de caza.

Sus muslos: montes de cobre,
Marcan el vuelo a su falda.
Los valles de sus caderas
Como cajas de guitarra
Hacen remover al viento
Las candelas de su enagua
Que su pecho sierra
De aguardiente y mermelada
Rezuma aceite y limón
Por la boca y la garganta.

Sus dos pies: cristal de roca,
Van repicando en campanas
Que me suenan a mezquitas
Y a fuentes de las alhambras
Y en sus manos los palillos
Y en el ambiente la magia
Componen la sinfonía
De la danza milenaria
Que baila la Andalucía
De Antonio y Carmen Amaya.

No sigas Blanca del Rey
No me apuntes con la daga
Que se escapa de tus ojos
Y se clava en mis entrañas
Que cuando rompes tu cuerpo
Con la copla y la guitarra
Se te muda hasta el color
De la luz de tu mirada.
Y en mi corazón la angustia
Y en mi boca la palabra
Me sabe a azahar de Córdoba
Que es tu tierra y es mi patria.


domingo, 3 de abril de 2016

POESIA EROTICO-OBSCENA EN LA HISTORIA DE NUESTRAS LETRAS

Hay, en la historia de nuestras letras, una fuerte relación entre la poesía, el erotismo, las obscenidades y los retruécanos. De eso en España estamos todos doctorados. Además, nos viene de lejos.
 
Puerta de Santa María que da acceso a la alcarreña ciudad  de Hita
No se escandalizaban los villanos alcarreños cuando Juan Ramón Ruiz, arcipreste de Hita (una maravillosa ciudad medieval en el corazón de la Alcarria) yacía con todas las serranas que le salían al paso a las que, luego, componía versos tan calientes y obscenos que le procuraron merecida fama, entonces, y tantos momentos de apasionada lujuria con la feligresía femenina que adoctrinaba.
Juan Ramón Ruiz, arzobispo de Hita, fue el autor de "El Libro del Buen Amor"
Aunque a Juan Ruiz lo tuviera preso el cardenal Gil de Albornoz por escribir cosas escandalosas, deshonestas y de mucha picardía, siguió siendo poeta y arcipreste hasta su muerte,  porque, como es bien sabido, la Iglesia de entonces, la de ahora y la de siempre, mucho tiene que callar.
Interior de la iglesia de S. Juan Bautista, en Hita. Una mezcla de estilo mudéjar y herreriano de bellísima factura
Tampoco hubieron denuncias ante jueces y corregidores cuando el licenciado Fernando de Rojas hizo hablar a "La Celestina" de aquesta guisa: "Las putas y los frailes por estos lares, andan a pares". No se escandalizaban ni se sorprendía los castellanos de aquellos siglos al escuchar el consejo del poeta obsceno:

"No os perdáis, vida mía,
amor de fraile,
que aunque sólo es uno
por cuatro vale".

Más cerca de nuestros días, y tan sólo por citar un ejemplo, Camilo José de Cela en sus "Memorias, entendimientos y voluntades", incluye varios poemas obscenos y machistas de los que se cantaban en la guerra civil cuando él era soldado:

"Mujer que al andar culea
y al mirar, los ojos mece,
no digo que puta sea,
pero sí que lo parece".

Y así, la poesía erótico-festiva  fue floreciendo entre místicos y ateos, entre creyentes y agnósticos, entre el puro machismo y el rancio romanticismo. Con la religión y con el sexo había mucha gente que perdía la cabeza y que la sigue perdiendo en nuestro tiempo.

En la Cataluña de nuestros días, se ha montado un gran revuelo porque una muy cutre poetisa (?) buscó, y lo consiguió, su minuto de gloria con el "Padrenuestro del santo coño". Algunos asistentes a los Premios Ciudad de Barcelona (excepto los ediles del ayuntamiento de la Ciudad Condal y su alcaldesa) se rasgaron las vestiduras, no por la ínfima calidad del poemita de marras, que verdaderamente era infumable, sino porque lo consideraron blasfemo, tosco, grosero y de mal gusto, por más que la presunta rapsoda lo recitara en la noble lengua de Josep Pla. 

Los atónitos escuchantes de tan absurdo poema han decidido denunciar a la autora cuya causa, como suele ser habitual en estos casos, será desestimada y archivada por nuestro blando y pacato sistema judicial. 

En esta plegaria, supuestamente feminista, dice su autora en un rapto de pasión abortista:

"Madre nuestra que estáis en el cielo
santificado sea vuestro coño.
(...)
Hágase su voluntad en nuestro útero sobre la tierra.
(...)
Y no permitáis que los hijos de puta aborten el amor y hagan la guerra".

La querellada comenta que fue un poema de reivindicación feminista, pero más bien parece un repulsivo exabrupto de hembrismo o de machismo a la inversa. Carlos Herrera se preguntó en su programa: "¿De qué estercolero sacan a estas tías?"

Sin duda alguna, esta poetisa (?) de estercorácea boca no habrá leído jamás ni a Juan Ruiz, ni al Marqués de Santillana ni a Fernando de Rojas porque de haberlo hecho, compondría de otra manera menos tosca y repugnante. 

Parece que esos versos, que han debido cautivar a algunos docentes catalanes, se declaman en lengua vernácula en algunas escuelas de Cataluña, donde Dolors Miquel (tócate la breva) es la poetisa oficial de la señora (?) Colau y abanderada de otra parecida  guarra que suele hacer aguas menores en mitad de las calles, para estupefacción de los viandantes murcianos.

Original de El Libro del Buen Amor que relata en cuaderna vía los amores de don Melón y doña Endrina.
Les dejo, para finalizar, el enlace a un bello poema cantado sobre El Libro del Buen Amor donde, en cuaderna vía, se narran los amores de don Melón y doña Endrina.


https://www.youtube.com/watch?v=9M3igVZsQEE&feature=youtu.be