viernes, 29 de noviembre de 2013

Belén Esteban no es culpable.


Desde que en un eficaz escenario promocional se anunciara la aparición del libro en el que Belén Esteban narra su apasionante vida, se han prodigado las más feroces e injustas críticas, difundidas urbi et orbi en esa inabarcable caja de resonancia que son las redes sociales.

La mayoría de esas diatribas y ácidos comentarios, a veces insultantes, en ocasiones cargados de una pasión visceral y casi siempre carentes de objetividad, han sido disparados impíamente como dardos envenenados contra esta “princesa del pueblo”, cuyo mayor delito ha sido dar el visto bueno al montón de folios que un negro, recogiendo y ordenando lo que ya se sabía por las declaraciones tele-excrementales que la propia interesada ha divulgado, incesantemente y sin recato alguno, se compendian ahora en un librote que, convencido estoy, comprarán muchos pero leerán pocos.


Esos comentarios feroces a los que antes me refería son, en su mayoría, un alegato furioso contra el indecoroso intrusismo de la “autora” en un campo (el literario) del que prácticamente debe desconocerlo todo.  ¿Y qué? ¿Creen ustedes que ha sido únicamente ella la que ha orquestado esta puesta en escena? Pues, no. Dicen de ella que es de cultura escasa, de lengua larga, de modales rústicos, de razonamiento precario y de sentimiento noble, pero eso no la faculta para urdir un plan editorial cuyos resultados económicos están resultando arrolladoramente abrumadores.

Detrás de ese libro de memorias (?) hay, obviamente, un negro; un escondido negro que tal vez de la cara algún día y al que habrán despachado con unos cuantos euros y un sellado y rubricado pacto de silencio. Pero, lo grave, es que detrás de todo ese entramado comercial hay una editorial (Boreal, en este caso) que es la que realmente está llevando el agua a su molino.

Para mí, ni “la autora” ni su negro son los realmente responsables del revuelo que se ha armado. Para mí, insisto, los principales responsables del desaguisado son, por un lado, un público pazguato que en masa ha asaltado las librerías donde se vende el libro con el afán cateto de conseguir más un autógrafo de la “autora” que el libro en sí mismo, y por otro, la propia editorial que ha lanzado a un mercado, presuntamente cultural, un subproducto que, en mi modesta opinión, nada de apasionante ni atractivo puede ofrecer a cualquier lector instalado en el consumo de una literatura tradicional.

Las editoriales hace tiempo que perdieron el gusto por las obras de auténtico valor literario, tanto se trate de autores consagrados como de jóvenes figuras con un teórico futuro prometedor. No hay que olvidar que las editoriales, como cualquier otra empresa, se deben a sus dueños, a su accionariado y en último término a su cuenta de resultados. Para la mayoría de las actuales editoriales lo económico priva sobre la calidad. Por eso, en un país de consumidores de telebasura chismosa, ordinaria y cutre, tener en nómina a una Belén Esteban “escritora”, es un éxito comercial garantizado. Tengo mis razones para dar a la editorial que ha publicado esta magna obra, mi más cordial enhorabuena y a los libreros que impúdicamente la exhiben en sus vitrinas, mi felicitación más efusiva.

Muchos escritores que por inapelables razones de mercado no han podido publicar todavía ni una sola de sus obras y otros que a trancas y barrancas han conseguido editar algo mediáticamente intrascendente, están no sólo defraudados y enfadados con Belén sino que se sienten tristemente agraviados al ver que una advenediza les quita, competitivamente, una cuota de mercado de la que se creían acreedores de pleno derecho. Me gustaría tranquilizarles diciéndoles que los compradores de Belén Esteban jamás comprarían un libro de Knut Hamsun, de Milan Kundera, de Cervantes, de Pessoa, de Platón, o incluso de Corín Tellado o de ellos mismos. Los lectores de Belén Esteban son compradores genuinos y exclusivos de Belén Esteban, y nada más. Belén, por tanto, no es el enemigo a vencer ni la competencia contra la que luchar. El hecho resultaría tan cómico como si en la próxima campaña de Navidad “Sidra el Gaitero”, por ejemplo, hiciera una promoción agresiva para competir contra Dom Pérignon o Veuve Clicqot, o como si el municipio de Torrevieja desplegara una  gran campaña promocional para que los multimillonarios que navegan por las exclusivas azules aguas que separan Córcega de Cerdeña anclaran sus espectaculares barcos en aquel entrañable, popular y variopinto enclave levantino.

No hay que enfadarse y mucho menos arremeter contra Belén Esteban por su meritorio éxito librero (que no literario). La auténtica literatura no está en  “Ambiciones y Reflexiones” de B.E., como tampoco lo está en muchas otras “cosas” parecidas que ocupan, vaya usted a saber por qué,  destacados lugares de  superventas en las casas de libros. La literatura, tal como me la enseñaron en la escuela, es algo más riguroso, más trascendente, más bello, más profundo; un imprescindible alimento para el espíritu, un bálsamo reconfortante para los sentidos y en suma; una manifestación única de algo culturalmente imperecedero.

Como amante de las buenas letras, no me inquieta el éxito de Belén Esteban ni su “temida” competencia editorial, al contrario, todo lo que mueva mercado, de lo que sea, será muy bien venido en estos tiempos de penurias y lamentos. Lo único que podría cabrearme, y no excesivamente porque para eso ya está uno curado de espanto, es que en las próximas ediciones de algunos renombrados certámenes literarios, sin ser Belén Esteban una exministra de nada sino un producto genuino nacido al calor de una trasnochada farándula “salvadora”, pudiera alzarse con algún codiciado trofeo de esos que regalan ingentes cantidades de euros y popularidad promocional como contrapartida a textos de dudosa calidad. 


Pero, ¡qué le vamos a hacer! En un país desconcertado y desconcertante como el nuestro cualquier barbaridad, por aberrante que parezca, puede conseguir, sin despeinarse,  carta de naturaleza. Y esto es lo que hay porque la cosa, por más que uno se empeñe, no da para más. A los inquietos les pido paciencia y les emplazo, por lo menos, a octubre del año próximo.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Los “Manuscritos” de Blanca Miosi


Como tantos otros autores, yo también he hecho de amazon no sólo una gigantesca y libre editorial on line sino una inabarcable sala de encuentros a escala planetaria donde he tenido el privilegio de encontrar personas extraordinarias que hoy, más que colegas de la pluma y el papel, son auténticos amigos. Una de estas personas es Blanca Miosi. Al día de hoy, y aun conociendo sus magníficas habilidades literarias, creo que la valoro más como amiga y consejera que como escritora. Pero dejemos estas historias que entran de lleno en el terreno de los afectos personales y vayamos a lo que me he propuesto, inicialmente, en el planteamiento de este post.

He leído cuatro obras de Blanca y otras tantas en están en mi eBook a la espera de que el tiempo, siempre escaso, me permita el disfrute de su lectura. A Blanca podríamos definirla como una intrépida aventurera de las complicadas tramas históricas que acomete tratando los temas, no solo de un modo magistral, sino con un perfecto dominio del lenguaje, con una sabia habilidad para que nunca decaiga la atención del lector, con una sagacidad deslumbrante para llevarlo al campo de las lucubraciones  más ambivalentes y para, finalmente, resolver el desenlace de sus sorprendentes novelas con finales tan apoteósicos comos imprevisibles. Leyéndola, se nota que tras esas aparentemente fáciles descripciones se esconde una labor de minuciosa investigación.

La primera novela que leí de ella fue “El Legado”, un relato en el que amalgama la vida de personajes reales de la pasada historia reciente con otros imaginarios, confundiéndolos en escenarios fantasmagóricos en los que el lector es víctima obligada de la sorpresa continua. La autora nos presenta a un  atrabiliario vidente, como Erik Hanussen, para quien el sanguinario Adolf Hitler es un personaje diminuto e insignificante con el que juega al ratón y al gato. Un misterioso Welldone lo envuelve en un proyecto macabro con el que conseguirá la fortuna y el poder que siempre ambicionó. ¿Tuvo Hitler una hija secreta? Por más que se lea minuciosamente “El Legado”, al final, siempre persistirá la duda.


En otra de sus obras, Blanca Miosi nos presta las alas de su “cóndor de pluma dorada” para que volemos a los mundos ignotos de un remoto país andino en el que el lector llegará a sentirse tan atrapado por lo que ve y lo que siente que no recelará en tomar parte en los ritos milenarios y misteriosos de aquellos pueblos prehispánicos que todo lo perdieron tras la llegada de unos implacables conquistadores que arribaron un doce octubre de 1492 a las costas de un inmenso y desconocido continente.
De todas, creo que “La Búsqueda” es no sólo su mejor trabajo sino también su obra más querida por la carga emocional que puso en ella. Basada en el testimonio real de quien compartió su vida afectiva durante muchos años (Henry, su esposo desgraciadamente desaparecido) la escritora nos cuenta la desgarradora historia de un niño polaco, Waldelk Grodek, quien víctima de su candor llega a desafiar, inconscientemente, a los crueles ejecutores del más terrible de los regímenes políticos del convulso siglo XX. 

"La Búsqueda" es un testimonio real, tan duro como conmovedor, en el que destaca por encima de otros aspectos, la distancia ecléctica que toma el protagonista (en este caso la autora) respecto del cruel dictador, responsable de todos los incontables males que hicieron del terror una circunstancia de vida que muchos tomaron como un una consecuencia inapelable de su propio destino en una difícil comprensión del hombre por su infortunio. “La Búsqueda” es una novela basada en hechos reales, tierna y cruda a un tiempo, y que remueve la conciencia del lector hasta provocarle, ahora la sonrisa y más tarde el llanto. También es un testimonio que deja ver a las claras, que no sólo los judíos fueron las únicas víctimas de aquella inhumana locura.


Blanca Miosi ya ha escrito dos  “Manuscritos” y pronto nos regalará un tercero. Leí, ensimismado, el primero y espero leer muy pronto el segundo para enlazarlo, sin solución de continuidad, con el tercero que ya está a punto de salir. Sus “Manuscritos” son historias de aventuras épicas, cuidadosamente elaboradas, en las que los tiempos pretéritos se enlazan con nuestro mundo actual orquestando tramas misteriosas que, en su resolución final, sorprenden siempre al lector.


Blanca no sólo tiene una extraordinaria habilidad para novelar sus historias sino que las desarrolla en un lenguaje culto y moderno que hacen que la lengua española, en su particular modo de utilizarla, resuene con ecos muy genuinos que reverberan a uno y otro lado de ese inmenso océano que une y separa los dos continentes en los que el idioma español, por encima de otras cosas, es el poderoso vínculo que nos une a más de quinientos millones de hispanohablantes.

Gracias, Blanca Miosi, por legarnos tan valiosos “Manuscritos” literarios permitiendo que nuestra imaginación, como tu cóndor de pluma dorada, vuele libre hasta donde sus alas quieran llevarnos.



domingo, 24 de noviembre de 2013

Cuentos y relatos: ¿Un género chico?


No sé quién o quiénes inventaron el término “género chico” para referirse a manifestaciones culturales o artísticas tratando de matizar, con ello, que para todo existen “clases” y “categorías”.

Género chico se le llama al sainete para rebajarlo de categoría frente a la obra teatral clásica en tres actos. Género chico se dice de la zarzuela para otorgarle una categoría inferior a la ópera. Y género chico es el calificativo que los pedantes le otorgan a los cuentos y relatos breves para descalificarlos, literariamente hablando, frente a las novelas de trescientas o más páginas. Es como si la Literatura (con mayúsculas), dependiendo de la extensión de los textos, jugara en una extraña liga en la que hubiera primera, segunda y tercera división.

Siempre me ha parecido una categorización desafortunada pero cuya evidencia queda perfectamente reflejada en el ranking de las obras más vendidas tanto en formato convencional como en los actuales eBooks. Y sin embargo, hay escritores de cuentos y narraciones cortas de una categoría excepcional que, en bastantes casos, son muy superiores a otros que no saben cómo poner el punto final a sus extensísimas y a veces insoportables, por interminables, obras.

Escribo este post (que es una forma muy particular de relato breve) porque, recientemente, cayó en mis manos una obra titulada “Minibiografías ilegales de escritores malditos” escrita impecablemente por Heberto Gamero, un reconocido autor venezolano que ha hecho de este género la piedra angular de su trabajo literario.


En el libro que les acabo de citar, el autor no se deja llevar por los hechos trascendentes que lo biógrafos destacan para relatar la vida y milagros de lo biografiados, sino que, en una síntesis imaginativa muy original, el propio autor se confunde con los personajes para dejar al albur de la imaginación del lector, escenas, tal vez mínimas y aparentemente intrascendentes de las vidas de cada uno de los sesenta personajes que describe en su libro, para provocar una duda razonablemente estructurada en una ambigua línea imaginaria que desdibuja lo que fue real de lo que el autor transfigura en algo enigmáticamente ficticio.

Hay que estar muy bien documentado, como lo está Heberto Gamero, para hacer trascendentes en sus “miniobiografías ilegales de escritores malditos”, pequeñas escenas que al ser tratadas con una maestría muy propia de él, transforman una obra, que para algunos por ser narrativamente corta  podrían considerarla literariamente de “tono menor”,en un compendio de magníficos relatos biográficos breves que hacen las delicias de quien los lee.

Confieso que nunca, antes de ahora, había leído algo tan agradablemente instructivo como las miniografías de Gamero. En su minucioso trabajo se concentra la nómina de  sesenta famosos escritores, unos malditos y otros no tanto, entre los que podríamos citar a Hemingway, Cervantes, Proust, Neruda, Flaubert, Tolstoi, Balzac, Benedetti o Fiodor Mijailovitch Dostoievsky, por tan solo citar algunos.

Cuando terminé de leer las miniografías ilegales de Gamero no las coloqué en el lugar que tengo reservado en mi librería para los “grandes libros” sino que, intencionadamente, las dejé en mi mesilla de noche para volver a saborearlas, a pequeños sorbos,  ya que gracias al placer intelectual que producen inducen sueños, a veces delirantes pero siempre deliciosamente reconfortantes.

Heberto Gamero, con quien tuve el placer de pasear hace poco en Madrid en compañía de Iris, su encantadora esposa, me ha vuelto a reafirmar en la idea de que la literatura breve, eso que se ha venido en llamar “genero chico”, sólo puede ser escrita únicamente por los grandes.

Referencia en amazon: http://viewBook.at/B009229DP0  

sábado, 23 de noviembre de 2013

¿Puede un autor “indie” mejorar su estrategia?


Si te interesa este post es porque posiblemente seas uno de tantos autores “multifunción” que no solamente escribe, y además muy bien, sino que tras un largo e inútil peregrinar por diferentes editoriales convencionales decidiste un día (de desesperación) subir tus escritos a una de las plataformas digitales on line. No te sientas un ser extraño, y mucho menos desheredado de la Fortuna. No, no estás solo ni eres el único; en ello estamos cientos de miles y somos tantos, que ya casi no cabemos.

Cuando te decidiste a dar el paso como autor autoeditado y te enfrentaste a la plataforma, todo fue relativamente fácil: confeccionaste tu propia portada, conseguiste subir los textos, hiciste la elección del género, la redacción de la sinopsis y hasta pusiste el precio que te pareció más conveniente. La suerte, “tu suerte”, estaba echada, pero…poco tiempo después, cuando ya habías constatado con orgullo que tu novela se exhibía en la plataforma, llegó el desencanto al comprobar que no vendías nada o casi nada y que tu novela se perdía entre los cientos de miles de libros expuestos.

¿Qué hacer, entonces? Lo primero que quisiera decirte es que no dejes que cunda el pánico y mucho menos el desánimo, y lo segundo, que no renuncies a tus sueños. Posiblemente, por falta de experiencia y de apoyos, actuaste de un modo en exceso autodidacta o no tuviste el oportuno consejo de alguien experto que, como tú, también atravesó en su día ese Rubicón cuando se lanzó a la apasionante aventura de la autoedición y la autopublicación. Por ahí hemos pasado todos.


Lo que te toca ahora es no desinflarte, tomar asiento, reflexionar sobre lo que has hecho y lo que has dejado de hacer, verificar tus puntos débiles y los de la novela, plantearte qué sería lo mejor para interesar al mayor número de lectores y, sobre todo, preguntar a los ya saben de esto para que te ayuden a introducir algunas modificaciones en tu estrategia. Yo me voy a permitir ofrecerte en este post cuatro sugerencias, que nada te van a garantizar, pero que no está de más que las conozcas:

1.- Tarjeta de presentación: Título y portada.
¿Qué es lo primero que llama tu atención cuando entras en una librería y deseas comprar algo entre ese mare magnum de libros? ¡Claro, la portada! Una buena portada, según los expertos, es fundamental para atraer la atención del lector. Una portada atractiva vende por sí sola. ¿Y después? ¡Naturalmente, el título! La combinación de estos dos elementos; título y portada, atrapará poderosamente la atención del lector invitándole a la compra si has sabido captar su interés con otras cosas que ahora te diré. No olvides que una plataforma on line, tipo amazon, es una gigantesca librería cuyas ofertas las ves cómodamente desde el ordenador de tu casa, o en tu despacho, o en tu tablet, o en tu smartphone. Para ratificarme en lo que digo te daré un ejemplo que te va a convencer: Una de mis novelas de ficción histórica a la que había dado, inicialmente, el título de “La palmera de Damasco” y cuya portada (bastante mediocre) me la había confeccionado yo mismo, experimentó, súbitamente, una mejora radical en el ranking de ventas. ¿Qué pasó? 


Por consejo de dos amigas, muy expertas en estos asuntos, Marlene Moleón y Blanca Miosi, hice cambios radicales en la portada (encargándosela a un profesional de la categoría de Ernesto Valdés) mientras que la maquetación y revisión general corrió a cargo de un gran profesional como Daniel de Córdova. La portada quedó muy atractiva y el nuevo título (“Mi amor por un reino en Córdoba”) que respondía mejor al contenido de la novela y era, indudablemente, más sugerente que el previo, junto a una activa promoción en redes, la auparon hasta los primeros lugares de amazon en los géneros de biografía, historia y ficción histórica. Algo parecido ocurrió con otra de mis novelas: “El paciente de El Pardo” que tras un cambio de portada, llevada a cabo por el equipo de expertos de Eriginal Books, de Marlene Moleon, y una revisión exhaustiva de tipo ortotipográfico, consiguió situarse en las primeras posiciones de amazon en biografía e historia, y ahí continúa.


En resumen: Un título inexpresivo y una portada carente de atractivo harán difíciles tus ventas. Toma nota y confía tus vacíos y carencias a los profesionales; el esfuerzo tiene su recompensa.

2.-Sinopsis.
Volvamos a la librería. Estás bastante decidido a comprar un libro cuya portada y título han acaparado tu atención. Pero antes tienes que saber de qué va la historia. Ése es otro de los puntos clave: el sumario, que en pocas palabras tiene que informar al lector del contenido de la novela. Hay autores o editores que se limitan a contar en un par de párrafos y, por lo general, con bastante poca gracia los entresijo de la trama argumental con referencias inconcretas acerca de los personajes. Algunos, en su torpeza, hasta consiguen destripar el misterio de la novela con descripciones como: “…al final, el asesino del joyero acabará pagando sus fechorías con el precio de su propia vida.”. La sinopsis (en femenino) debería de utilizar, obviamente, “armas de mujer”, es decir; insinuar sutilmente lo que atesora sin desvelar todos los secretos que darían al traste con la fantasía y la curiosidad del lector. 

Además, la sinopsis, con la misma sutileza femenina que antes hemos comentado, debería, mediante frases muy sugerentes y sin cargar excesivamente las tintas, elogiar la originalidad del tema, la habilidad del autor para mantener constantemente la atención del lector, el ágil desarrollo de la trama para que, finalmente, todo se resuelva en un final sorprendente, sin olvidar que la lectura se hace profundamente amena al estar redactada en un impecable estilo literario. Obviamente, todo lo anterior resultaría estéril si tu novela, en sí misma, no cumpliera los postulados que acabamos de comentar. Por ello, repasar y corregir el texto tantas veces como sea necesario y pedir la cooperación de lectores-censores es otra argucia muy necesaria para entregar al lector un libro en las mejores condiciones posibles. Generalmente, si tu primera novela gusta a un grupo de lectores, éstos estarán más predispuestos a comprarte la segunda.

3. Clasificar adecuadamente el género.
Ya se sabe que cada lector tiene sus gustos y tendencias. Por ello, es muy necesario que en la descripción de los géneros seas muy contundente y resolutivo. Algunos autores tratan de clasificar su novela en tantos géneros como posibilidades ofrece la plataforma digital on line. Grave error. El lector de novela negra, buscará sólo novela negra, y el de romántica, solamente género romántico. La superabundancia de géneros y "palabras clave" para un solo título sólo genera confusión en el lector quien acabará por desestimar la compra de tu libro. 
Si tu novela es romántica y la atmósfera que recreas se ambienta en hechos históricos del siglo XVIII, clasifícala únicamente como romántica y de ficción histórica, pero no insistas en otros géneros creyendo que, con ello, abarcarás un más amplio espectro de lectores. El efecto es justamente el contrario. Un libro no puede ser tan versátil como para poder ser clasificado en siete géneros distintos. Los expertos aconsejan no citar más de dos géneros por novela y tres o cuatro palabras clave. Tres o más géneros, sólo conseguirán confundir al teórico comprador y ahuyentarlo de tu relación de posibles lectores.

4.- Autopromoción:
Si crees que subiendo tu novela a una plataforma de servicios editoriales lo has hecho todo, ya puedes empezar a olvidarte de cualquier mínimo éxito de ventas. Una vez que has hecho la presentación digital de tu novela, teniendo la certeza de que has entregado no sólo lo mejor de ti mismo sino un texto atractivo, bien presentado y hasta cautivador, te toca ahora tu propia promoción aprovechando los medios que hoy te ofrece Internet y que, básicamente, son redes sociales como Twiter, Facebook, linkedin, Google+… Cuantas más mejor, aunque de entre todas, Twiter es la más eficaz para la autopromoción. 


Pero tampoco te pases en el número diario de tuits ni te muestres pesado pidiendo a tus teóricos lectores que compren “tu fantástica obra porque van a flipar”, “porque después ella, el diluvio”, “porque no van a leer nada mejor en su vida” y frases tan torpes como ineficaces. Cuantos más followers tengas, mejor. Sigue para que te sigan. Da las gracias cuando te tuiteen o retuiteen. En cuantos más grupos de autores indies te instales activamente, mejor. Aprenderás mucho. Cuantos más tuits cuelgues en favor de otros, mejor; ya que ellos harán lo mismo contigo. Entra en foros afines a tu causa y pregunta y comenta. No tengas miedo a preguntar; nadie nace sabiendo. Da publicidad a los comentarios que hagan algunos lectores a favor de tu obra y no te deprimas cuando lleguen los adversos. Para ser escritor y estar en la brecha hay que tener cintura y aceptar las críticas, buenas o malas, tal como vengan. Abre tu propia página en Facebook, ilústrala convenientemente y recomienda tu obra, sin agobiar. Haz lo mismo en Google+. Genera tu página de autor en amazon.com y si te es posible hazlo en español e inglés. 

http://www.amazon.com/-/e/B001K11FIY

Crea tu página web personal o haz una para tu novela y publicítala. Mantén activo un blog (las plantillas hoy en día son magníficas y muy versátiles) y en posts periódicos habla “de lo tuyo” sin olvidar que hacer referencias sobre los trabajos de tus colegas te generará simpatías y quién sabe si hasta ayudas que servirán para generarte más ventas. Ilústralo con fotografías elocuentes y no hagas críticas negativas de nadie porque nada positivo te aportará. Piensa que es mejor ser dueño de tus silencios que esclavo de tus palabras.


Podríamos seguir hablando horas y horas sobre un asunto tan complejo como el que nos está tocando vivir con la llegada de las nuevas ediciones digitales, pero tampoco se trata de agotar el tema en un solo post. Mi intención ha sido la de darte unas pinceladas basadas en mi propia experiencia ( a veces amarga) vivida desde los primeros pasos que di en este mundillo y en el que ahora me siento, si no encantado, sí al menos muy satisfecho por haber conocido, sobre todo, a gente extraordinaria de la que he aprendido y sigo aprendiendo cada día.



viernes, 22 de noviembre de 2013

¿Por qué escribí sobre la agonía y muerte de Franco?


"El Paciente de El Pardo"

Francisco Franco, el general que desde el uno de abril de 1939 ganó una encarnizada guerra civil, ostentó un poder omnímodo durante cuarenta años en lo que para algunos fue una férrea y cruel dictadura y para sus más afines, una próspera y aceptable “dictablanda”, particularmente en la última década de su gobierno.

No es mi intención traer a este post una valoración política de sus años de gobierno sino contar, a través de un libro, mi experiencia personal, como médico, de sus treinta y ocho últimos y agónicos días que se iniciaron un quince de octubre de 1975 hasta la madrugada del veinte de noviembre de ese mismo año en que falleció. Si me atrevo a hacerlo es porque yo fui testigo directo de aquellos hechos.

Las cosas que ocurrieron durante ese período las dejé escritas en una obra titulada “EL PACIENTE DE EL PARDO” y que está a disposición de quien quiera informarse de todos los detalles. Pueden hacerlo mediante una descarga digital online o adquiriéndola en papel. Fue publicada en dos ediciones distintas. Al final daré las oportunas referencias.

Las circunstancias (uno nunca sabe qué le tiene reservado la vida) me condujeron al hospital universitario La Paz de Madrid en 1974, tras licenciarme en Medicina en la universidad de Navarra y haber hecho el doctorado y la especialidad de Cardiología en la universidad de Montreal (Canadá).

Al incorporarme al departamento de Cirugía Cardiovascular del mencionado hospital se me destinó, por encargo directo del Dr. Cristóbal Martínez Bordiú jefe de aquel servicio, a la Unidad de Reanimación. Justo el lugar en que yo deseaba trabajar; en aquel entonces yo sentía una auténtica pasión por la Medicina de primera línea. Sería precisamente en aquellas dependencias hospitalarias donde vendría a morir el Jefe del Estado, tras una larga y espantosa agonía.

El día doce de octubre de 1975, (poco después de los fusilamientos de varios activistas del FRAP y de ETA, seguidos de la quema de embajadas, de un nuevo bloqueo internacional y de una última aparición del dictador en el balcón principal de la plaza de Oriente de Madrid), Franco celebró su último acto público inaugurando el nuevo curso en el Instituto de Cultura Hispánica. Las imágenes que dieron de él los informativos hablaban por sí solas. El general, de ochenta y dos años, aparecía tremendamente envejecido y torpe. Se dijo que estaba aquejado de una gripe otoñal. Sin embargo, los acontecimientos inmediatos indicarían que, ese día, las campanas del final de la última dictadura de Occidente habían comenzado a tocar a rebato.

En la madrugada del quince de octubre (día de santa Teresa de Ávila) el inquilino del palacio de El Pardo desde hacía cuarenta años y en presencia de la reliquia del brazo incorrupto de la doctora eclesial, sufriría un extenso infarto de miocardio que sería, tan sólo, el principio de una larga serie de complicaciones médicas que, finalmente, acabarían con su vida a pesar de los denodados cuidados médicos que un equipo de treinta y ocho facultativos le prodigamos durante un mes agónicamente interminable.



En aquella España, que nace de las cenizas de una contienda brutal y que se extingue cuarenta años más tarde con la muerte del dictador, el oscurantismo fue uno de los pilares básicos en los que la dictadura asentó su inquebrantable firmeza y que la hizo inmune frente a cualquier tentativa desestabilizadora. Era, por tanto, razonable, que todas las noticias que se dieron a lo largo de su enfermedad estuviesen teñidas con el halo opaco de la duda de modo que las informaciones oficiales no fuesen tomadas como veraces o fuesen aceptadas con toda clase de reservas.

En aquel estado de confusión, cualquiera se sentía capacitado para difundir noticias, a cual más inexacta. Inmediatamente después de que se informase en el primer parte médico, de fecha veintiuno de octubre de aquel año, que el Caudillo había sufrido un grave proceso coronario agudo, la mayoría de los órganos de comunicación internacional anunciaron a bombo y platillo la muerte del dictador. En los luminosos de Times Square en Nueva York pudo leerse: Franco is died, mientras que todos los periódicos del mundo se hacían eco de la falsa noticia con titulares desbordantes.



En España, los bulos se propalaban incesamente. Los periódicos contrataron médicos para descifrar unos partes facultativos en los que la transparencia informativa daba lugar a la duda razonable. Muchos, escribieron desde su propia intuición y otros desde una posición francamente mal intencionada. Se dijo que entre los que compusimos el “equipo médico habitual" se estableció un “pacto de silencio”. Falso; no hubo tal pacto. Simplemente, se acordó que el Dr. Pozuelo, médico personal de Franco, fuese el portavoz oficial para cualquier información dada sobre la evolución de la enfermedad. Los medios de comunicación nos acosaban para “sacar la verdad” de unas informaciones que, a su juicio, eran rotundamente falsas.

Si Franco falleció en 1975, yo publiqué el libro en el que relato su agonía y muerte en 2004, es decir, casi treinta años después. Muchos me han preguntado por qué tardé tanto en hacerlo. Intencionadamente, dejé pasar todo ese tiempo para crear en mí mismo un clima de serenidad y lejanía que me permitiese un abordaje neutral y auténtico de los hechos y para que el lector se informara de aquellos acontecimientos, igualmente desde la serenidad y la ausencia de toda visceralidad hacia el personaje.

En “EL PACIENTE DE EL PARDO” relato los hechos médicos y ambientales (básicamente, sociales) que se produjeron durante la agonía y muerte del dictador; desde la noche del infarto hasta la del fallecimiento con todas las complicaciones clínicas que hicieron de aquella agonía un proceso médico sin precedentes. En la obra se relatan hechos y anécdotas desconocidas y se construyen escenas reales acerca de la familia Franco, en aquellas duras  y críticas circunstancias, así como el comportamiento de los entonces Príncipes Juan Carlos y Sofía que heredarían, de manos del agonizante, la futura Corona de España.

Todo cuanto se contiene en el libro responde, fielmente, al desarrollo real de los acontecimientos; desde las controvertidas deliberaciones del equipo médico en el que las discrepancias respecto del modo de actuar fueron, en ocasiones, dramáticas, hasta la última escena: la del fallecimiento, que se produjo cuando de un modo natural, el viejo organismo vencido del paciente se rindió ante la llegada inapelable de la muerte.

La prestigiosa periodista Victoria Prego, que tuvo la amabilidad de prologarme el libro, realizó para TV1, una serie de enorme éxito denominada “La Transición” en la que con la asesoría de algunos testigos directos describe minuciosamente los acontecimientos acaecidos durante la agonía y muerte de Franco. Otras publicaciones, por contraste, abordaron el tema con desigual fortuna. Antena 3 Televisión, por ejemplo, emitió hace algunos años una TV movie, en dos capítulos de dudosa calidad, en la que los guionistas efectuaron un desafortunado plagio de los hechos que se relatan en “EL PACIENTE DE EL PARDO” como quedaría posteriormente constatado en una sentencia judicial.

El libro fue publicado por primera vez en 2004 por la editorial Rey Lear, Agualarga editores, y reeditado en 2008 por Real del Catorce ediciones. En 2012 la obra se subió a la plataforma de ediciones digitales on line amazon y desde entonces se mantiene en el TOP 100 en el género de historia y biografía, con críticas muy favorables.



Se suele decir que la historia la escriben los acontecimientos para que, intencionadamente, la emborren los hombres. Por eso, he procurado alejarme de cualquier tentativa guiada por la alabanza o el odio y he tratado de dejar escrito en este libro únicamente la verdad de unos hechos que, indudablemente, cambiaron el rumbo de la reciente historia de España.

A Francisco Franco, con sus defectos y virtudes, sólo cabe desearle, como a todo hombre, larga vida tras su muerte.

EL PACIENTE DE EL PARDO.
(Prólogo de Victoria Prego)
Disponible en la mayoría de las librerías, publicado por Editorial Real del Catorce. 2008.
Y a través de eBook kindle copiando el siguiente enlace en tu navegador 

http://www.amazon.es/EL-PACIENTE-DE-PARDO-imprevisible-ebook/dp/B00865VZXM/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1385118238&sr=8-1&keywords=el+paciente+de+el+pardo






jueves, 21 de noviembre de 2013

A propósito de los Premios Literarios

Premio Planeta  2013
Decía don José Manuel Lara (padre) con aquel gracejo andaluz que le era tan propio que “un negocio que no te da pa levantarte a las once de la mañana ni es negocio ni es ná”.

Tenía razón el viejo y astuto Lara quien, en su larga y procelosa vida, ejerció todos los oficios de supervivencia en una España hambrienta y miserable para, al final, venir a comprar e impulsar una editorial en banca rota, como era Planeta en los años cincuenta del pasado siglo.

Contaba Lara que el primer premio, otorgado a Juan José Mira por la obra En la noche no hay caminos, estuvo dotado con 40.000pesetas, una pasta sustanciosa para aquel tiempo, mas aún así, el ganador prefirió ser invitado con su esposa y la de Lara a una cena en vez de cobrar aquella nada despreciable suma de dinero.


Hay que pensar, forzosamente, que el premio Planeta, en sus orígenes, se regiría por criterios de auténtica calidad literaria, aunque siendo Lara quien era, permítanme que me acoja al beneficio de la duda visto lo que luego ha venido pasando con las concesiones de un premio en creciente desprestigio, desde hace muchos años.

Es de todos conocido que el Planeta no se otorga; se pacta, y dicen que hasta con cinco años de antelación.  Pero visto el actual panorama literario desde el punto de vista empresarial, que es y sigue siendo, legítimamente, el primun movens de los Lara, uno se pregunta: ¿y con esos gastos tan faraónicos consiguen obtener beneficios?

La cuantía del premio asciende a un total de 750.000 euros entre ganador y finalista, pero a eso hay que sumarle un añadido de daños colaterales que posiblemente dupliquen esa cifra entre lectores de originales, jurado, promoción, viajes, regalos, impresión, distribución y hasta la cenorra de gala para unos mil gorrones a la que asisten los notables de Cataluña y ministros de Cultura de eso que desde allí llaman eufemísticamente “El Estado”. Y ahora díganme: ¿ustedes creen que novelas como las de los últimos años son capaces de amortizar sobradamente los fastuosos gastos y encima dar dividendos de retorno? Yo me resisto a creerlo aunque, por encima de todo, me digo a mí mismo: “los Lara no tienen un pelo de tonto y ellos sabrán bien lo que hacen” aunque no sé si estoy o no en lo cierto.

Los más ingenuos dicen que el Planeta es un “delicado y barato regalo de Navidad” y que con esas ventas ya cubren gastos. Regalar cultura es algo muy fino y un detalle que erosiona poco el bolsillo, pero aunque la Navidad durara tres meses ¿ustedes creen que hay tanta gente comprando el Premio Planeta del año aunque sea un oportuno y no excesivamente oneroso presente navideño?, pregunto. Porque dicen que del PVP de un libro, el distribuidor se lleva el 50%, el librero un 15%, el autor un 10% y el pobre editor el 25% restante. Tampoco es como para tirar cohetes.

Como experiencia personal puedo decir que una de mis novelas titulada El amor en los tiempos del chat  quedó la tercera en el Planeta de 1999 y otra, presentada para la ocasión bajo el título de La piel porosa del caracol(Hoy renombrada como Hora y media a Manhattan) quedó la quinta en el certamen del 2000. Los ganadores de una y otra convocatoria fueron, respectivamente, Espido Freire con Melocotones helados y Maruja Torres con Mientras vivimos. Y ahora viene el debate: ¿Tras recibir este importante galardón económico, las autoras premiadas en estas y en otras convocatorias vieron proyectada su carrera literaria hacia donde todos esperaban? Personalmente, creo que no; al día de hoy poco sabemos de ellos y ellas. Y si no me creen los invito a repasar la lista de premiados, que es fácilmente accesible desde Google, para así constatar sus éxitos literarios posteriores al Planeta. Ergo: ¿dónde está el negocio de la editorial para hacer de los premiados una relación nominal de los que ellos llaman “los de la casa” y que con posterioridad no han vuelto a hacer nada relevante?

En repetidas ocasiones he comprado ganadores Planeta y finalistas Planeta, pero salvo en contadas ocasiones, que podrían contarse con los dedos de una oreja, he tenido que abandonar prematuramente la lectura, aburrido, tanto por la simpleza temática como por el poco estimulante estilo literario. Y ésta no es una opinión exclusivamente mía sino que es abrumadora y desafortunadamente compartida por muchos.


Hoy, que es “el día después” al de santa Teresa, la gran poetisa mística, hablan las noticias del Premio Planeta como “el más importante galardón del mundo literario en lengua española”, cuando desde mi humilde punto de vista, no es si no el premio monetariamente más cuantioso de cuantos existen en el panorama editorial español. Y nada más.

El problema no está tanto en la farsa como en el descrédito de la novelística española y en la desconfianza que se genera ante cualquier certamen literario, llámese Planeta, Nadal, o cualquiera de los cientos de convocatorias literarias como se hacen anualmente en incontables lugares de la geografía nacional. Y no es de recibo que paguen justos por pecadores, porque quién sabe si el Premio de Poesía que convoca, por poner un ejemplo, Matalaguarra de Abajo, dotado con 150 euros, se concede en base a criterios estrictamente vinculados a la calidad literaria y no a espurios intereses derivados del parentesco existente entre el autor ganador y el cuñado del concejal de Cultura.

Con ejemplos, tan poco estimulantes, es todo un milagro que aun existan en este país quijotes del papel y la tinta.  Por eso Larra continúa hoy más vigente que nunca: “Escribir en este país es llorar”.