domingo, 24 de noviembre de 2013

Cuentos y relatos: ¿Un género chico?


No sé quién o quiénes inventaron el término “género chico” para referirse a manifestaciones culturales o artísticas tratando de matizar, con ello, que para todo existen “clases” y “categorías”.

Género chico se le llama al sainete para rebajarlo de categoría frente a la obra teatral clásica en tres actos. Género chico se dice de la zarzuela para otorgarle una categoría inferior a la ópera. Y género chico es el calificativo que los pedantes le otorgan a los cuentos y relatos breves para descalificarlos, literariamente hablando, frente a las novelas de trescientas o más páginas. Es como si la Literatura (con mayúsculas), dependiendo de la extensión de los textos, jugara en una extraña liga en la que hubiera primera, segunda y tercera división.

Siempre me ha parecido una categorización desafortunada pero cuya evidencia queda perfectamente reflejada en el ranking de las obras más vendidas tanto en formato convencional como en los actuales eBooks. Y sin embargo, hay escritores de cuentos y narraciones cortas de una categoría excepcional que, en bastantes casos, son muy superiores a otros que no saben cómo poner el punto final a sus extensísimas y a veces insoportables, por interminables, obras.

Escribo este post (que es una forma muy particular de relato breve) porque, recientemente, cayó en mis manos una obra titulada “Minibiografías ilegales de escritores malditos” escrita impecablemente por Heberto Gamero, un reconocido autor venezolano que ha hecho de este género la piedra angular de su trabajo literario.


En el libro que les acabo de citar, el autor no se deja llevar por los hechos trascendentes que lo biógrafos destacan para relatar la vida y milagros de lo biografiados, sino que, en una síntesis imaginativa muy original, el propio autor se confunde con los personajes para dejar al albur de la imaginación del lector, escenas, tal vez mínimas y aparentemente intrascendentes de las vidas de cada uno de los sesenta personajes que describe en su libro, para provocar una duda razonablemente estructurada en una ambigua línea imaginaria que desdibuja lo que fue real de lo que el autor transfigura en algo enigmáticamente ficticio.

Hay que estar muy bien documentado, como lo está Heberto Gamero, para hacer trascendentes en sus “miniobiografías ilegales de escritores malditos”, pequeñas escenas que al ser tratadas con una maestría muy propia de él, transforman una obra, que para algunos por ser narrativamente corta  podrían considerarla literariamente de “tono menor”,en un compendio de magníficos relatos biográficos breves que hacen las delicias de quien los lee.

Confieso que nunca, antes de ahora, había leído algo tan agradablemente instructivo como las miniografías de Gamero. En su minucioso trabajo se concentra la nómina de  sesenta famosos escritores, unos malditos y otros no tanto, entre los que podríamos citar a Hemingway, Cervantes, Proust, Neruda, Flaubert, Tolstoi, Balzac, Benedetti o Fiodor Mijailovitch Dostoievsky, por tan solo citar algunos.

Cuando terminé de leer las miniografías ilegales de Gamero no las coloqué en el lugar que tengo reservado en mi librería para los “grandes libros” sino que, intencionadamente, las dejé en mi mesilla de noche para volver a saborearlas, a pequeños sorbos,  ya que gracias al placer intelectual que producen inducen sueños, a veces delirantes pero siempre deliciosamente reconfortantes.

Heberto Gamero, con quien tuve el placer de pasear hace poco en Madrid en compañía de Iris, su encantadora esposa, me ha vuelto a reafirmar en la idea de que la literatura breve, eso que se ha venido en llamar “genero chico”, sólo puede ser escrita únicamente por los grandes.

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