miércoles, 2 de abril de 2014

Prometeo y el hígado

Prometeo fue un titán de la mitología griega quien con sus buenas artes consiguió engañar a Zeus para robarle el fuego a los dioses y entregárselo a los hombres. El dios supremo del Olimpo para castigar esta osadía ordenó atarlo a una roca donde un buitre devoraba cada día una parte de su hígado que espontáneamente se regeneraba por las noches, repitiéndose de manera indefinida este ciclo torturador.

Es posible que Zeus la tuviese tomada con los hijos de Jápeto y la ninfa Clímene ya que Atlas, hermano de Prometeo, fue también condenado a soportar la bóveda celeste por el resto de su vida.

No es posible saber hoy si los griegos clásicos, y más que nadie Esquilo quien en su Prometeo encadenado da detalles de estos hechos, conocían ya entonces que de todas las vísceras del hombre, el hígado es el único órgano con capacidad para auto-regenerarse.

La regeneración visceral es el gran reto que la medicina tiene planteado desde hace algunos años. La terapia con células madre es un sueño que empieza a hacerse realidad en el hígado y fuera de él. Por ejemplo, en el páncreas y en el corazón.

Se sabe desde hace tiempo que un hígado reducido a un 25% por efecto de un accidente, una enfermedad o una donación es capaz de alcanzar por sí solo su volumen habitual y recuperar su funcionalidad. El hígado, con sus 300 trillones de células, es la única víscera en la que existen células madre activas capaces de regenerar el tejido destruido por el alcohol, ciertos virus o determinados agentes tóxicos.

Es intrigante que en el mito de Prometeo los griegos eligiesen el hígado como la víscera con capacidad para regenerarse tras los mordiscos del buitre devorador y no otro órgano de mayor significado mítico como el corazón o el cerebro. No es posible que Hipócrates, nacido pocos años después de muerto Esquilo, fuese el médico que desvelase a los griegos los misterios del hígado. Alguien anterior al Padre de la Medicina tuvo que depositar el secreto en las cumbres más altas del Olimpo para proceder a la tortura del desventurado titán.

Sería maravilloso que el mito de Prometeo pudiera ser aplicado a algunas otras cosas de nuestro día a día. ¿Se imaginan a un buitre devorando todas las cosas malas de este mundo para que desde lo que quedara de bueno se regenerara una nueva sociedad más justa, más solidaria, más honesta y menos egoísta?

No sé por qué mientras escribía esto último se me vino al pensamiento ese palacio  de estilo neoclásico situado en la carrera de S. Jerónimo, de Madrid, en el que los leones guardianes los imagino a veces, ilusamente, como mágicos buitres regeneradores de mejores sueños.

No hay comentarios:

Publicar un comentario