martes, 11 de febrero de 2014

La literatura y las lágrimas

Es muy común que en cualquier género literario, sea novela romántica, negra, histórica, de ficción contemporánea, poesía etc., el autor haga llorar a alguno de los personajes.

¿Pero son todos los llantos iguales?  ¿Tienen  la misma composición química las lágrimas producidas por la entrada de una mota de polvo en los ojos o las que afloran por el dolor o la emoción? ¿Llora igual un niño que un anciano, una mujer que un varón? Vamos a dar en este post un breve repaso al tema de las lágrimas con el fin de que los escritores sepan, al menos, qué tipo de lágrimas lloran sus personajes.



El llanto y las lágrimas tienen una función fisiológica. Así, mientras la entrada de un cuerpo extraño induce una reacción automática en la que las lágrimas humedecen el ojo para evitar erosiones, cuando están producidas por dolor, emoción o tristeza su función tiene un carácter más psicológico que somático. En uno u otro caso la composición química de las lágrimas es muy diferente. Las del dolor o la emoción están cargadas de hormonas y proteínas con funciones muy específicas mientras que las otras, las que habitualmente protegen los ojos, contienen sobre todo agua (en un 98%) y pequeñas cantidades de globulinas, lisozima, albúmina, sodio y potasio, que otorgan a las lágrimas ese “sabor amargo”.

En contra de lo que se piensa las lágrimas de la emoción tienen un efecto saludable. Contienen cantidades variables de leucina encefalina (una hormona que actúa como un analgésico aliviando el dolor y eliminando toxinas) de forma que reducen el nivel de estrés y mejoran el estado anímico. Algunos estudios han podido demostrar que llorar supone en muchos casos rebajar el grado de tristeza o depresión, de ahí que muchos se sientan mejor después del llanto.

Pero no todos lloramos ni de la misma manera ni en la misma cantidad. Las mujeres en edad fértil lloran hasta cuatro veces más que el hombre y es que en la producción del llanto interviene una hormona típicamente femenina (la prolactina) cuya máxima actividad está vinculada al período fértil de la vida de la mujer. La prolactina influye en la lactancia y en la supresión transitoria de la ovulación (la madre lactante no ovula para anular las posibilidades de un nuevo embarazo) y además, en la producción de las lágrimas. Tras el parto, los niveles de prolactina aumentan considerablemente lo que en cierto modo explicaría la mayor tendencia al llanto de la mujer puérpera e incluso la aparición de la llamada depresión post-parto que suele desaparecer de modo natural al superar la cuarentena.

Las emociones de cualquier signo activan mecanismos hormonales que inducen al llanto. De esta forma, leer una novela romántica o dramática, asistir a la boda de un ser querido, contemplar las escenas “injustas” de alguna película o los emocionantes diálogos de una obra de teatro pueden inducir al llanto de quien lo vive liberando con ello la tensión acumulada.  La Madre Naturaleza lo tiene todo previsto.

Desde un punto de vista intencional las lágrimas de la mujer y su forma de llorar tienen connotaciones netamente distintas a las del varón. Las lágrimas femeninas intimidan al hombre e inhiben sus tendencias sexuales mediante una brusca supresión de su respuesta hormonal.

Se han realizado estudios para demostrar que aquellos varones que contemplan el llanto de una mujer se sienten menos inclinados al sexo, lo que se explica a través de una significativa reducción en la secreción de testosterona. Una mujer que llora ante su amado lo enternecerá pero no debería esperar de él en ese trance un contacto carnal. Algunas mujeres lloran después del coito y no como decía el mal pensado por insatisfacción sino porque con ese llanto le están enviando señales al varón para que no persista en un nuevo intento. Están inhibiendo, sin que el varón lo sepa, su caudal testosterónico. Las lágrimas, además, informan sobre nuestro estado de indefensión indicando que somos vulnerables y conseguir con ello el alejamiento del enemigo, minimizando su agresividad.

En el niño y en el anciano las lagrimas son manifestaciones no verbales que reclaman la atención de sus cuidadores. Las del niño aumentan el amor maternal y las del viejo la ternura y la devoción de los que viven en su entorno.



Así pues, estimado escritor, cuando hagas llorar a tus personajes ten presente las causas que motivan el llanto y las diferentes cualidades químicas de las lágrimas. Si creas un clima propicio y acorde con la principal función fisiológica del llanto, los protagonistas de tu novela y el ambiente en el que desenvuelve la escena lacrimógena será mucho más creíble para el lector quien incluso podría acompañar en el llanto a tu personaje llorón.